El Ayuntamiento de San Vicente de la Barquera se hará cargo de la conservación del Lazareto de Abaño, construido en este municipio en el año 1232.
Para este fin el alcalde, Julián Vélez, ha aceptado la cesión de este edificio histórico mediante un convenio firmado con su propietario, Vicente Pita Riola, el pasado viernes.
Vélez aseguró que la voluntad del Consistorio fue siempre la de preservar del deterioro a esta joya artística, por lo que se iniciará la protección del perímetro «cuanto antes», ahora que ya se cuenta con la autorización de los propietarios.
El convenio tendrá una duración inicial de cuatro años, en los que el Ayuntamiento protegerá el lazareto con labores de vallado y aseguramiento de lo que queda del inmueble, así como el desarrollo de un posible estudio arqueológico.
La cesión suscrita ayer afecta exclusivamente al edificio de la capilla, al ser ésta la zona de más valor, y que se encuentra en estos momentos en grave peligro de derrumbamiento.
Vélez gestionó personalmente este acuerdo con Pita Riola, residente en Estados Unidos, para asegurar lo que queda en pie de este excepcional conjunto medieval, que atesora un extraordinario valor histórico y patrimonial, al ser una de las leproserías medievales mejor documentadas del norte de España, y que cuenta con unas pinturas de extraordinario valor.
El Ayuntamiento llevará ahora a cabo la realización del proyecto redactado por el servicio de patrimonio de la Consejería de Cultura, que contempla el cierre de dicho monumento, la limpieza de la maleza que invade el conjunto y asegurar el mantenimiento de la edificación.
En este sentido Vélez realizó una visita al Lazareto en noviembre de 2011, acompañado por la responsable de Patrimonio Cultural de Cantabria, Emilia Calleja, así como por el arquitecto de este organismo, José María Páez, quienes realizaron una inspección visual para valorar el estado de deterioro de esta construcción, declarada Bien de Interés Cultural.
El alcalde, matizó ayer que en estos momentos «no se pretende ejecutar la rehabilitación integral del edificio», algo totalmente imposible por su situación patrimonial y por las limitaciones económicas existentes; sin embargo, este objetivo se mantiene para el futuro, bien porque la desarrolle su propietario o porque finalmente lo pueda ejecutar la Administración. En cualquiera de los dos casos ese futuro pasa por el desarrollo urbanístico que tendrá la amplia finca que rodea al conjunto, desarrollo que precisamente podría favorecer una posible cesión definitiva de la propiedad al Consistorio.
Olvido, desprotección y saqueo
Año tras año la indiferencia ha ido destruyendo el Lazareto de Abaño. A este olvido se ha unido la completa desprotección en la que se encontraba, con pinturas navales únicas en sus muros que se deterioraban irremediablemente.
Por desgracia, algunas de las piezas históricas de este lazareto medieval ya son irrecuperables, porque la rapiña de los ladrones ha hecho desaparecer algunos elementos de la construcción, como el arco de entrada, la pila del agua bendita y la espadaña, según ya publicó El Mundo en enero y mayo del pasado año.
Época de esplendor
El lazareto fue construido como consecuencia de la bonanza económica que vivía San Vicente de la Barquera en el siglo XIII, pocos años después de la concesión de su Fuero el rey Alfonso VIII; sin embargo, este testigo de la hegemonía de la villa en la costa cantábrica nunca podrá volver a ser como era, debido a estas mutilaciones arquitectónicas que ha venido sufriendo a lo largo de la historia.
Historia
Las primeras noticias del hospital de leprosos de Abaño se remontan a 1232, año en el que están fechados los textos fundacionales, si bien el edificio tuvo uso religioso en época anterior. Este acontecimiento se produce poco tiempo después de que el rey Alfonso VIII otorgara el Fuero a la villa en 1210, que sería trascendental para su desarrollo económico y militar. La actividad del lazareto se prolongaría durante seis siglos.
En la segunda mitad del siglo XVIII la fundación presentaba importantes evidencias de su cadencia, ya que alojaba como máximo a una o dos beatas laceradas, advirtiéndose con claridad la mengua de las rentas de los bienes inmuebles, propiedad de Lazareto, a pesar de su relativa cuantía.
En 1828 se produjo la disolución de la Orden. Posteriormente, en 1845, el Consistorio decide vender sus bienes para el sostenimiento de la Escuela de Primeras Letras de la villa, pasando el edificio del hospital y la capilla por diversos propietarios, llegando a utilizarse finalmente como fábrica de quesos.
En el templo se celebró culto durante la Guerra Civil 1936-1939 y durante los años cuarenta, tras el incendio de la capilla de Abaño.
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