Mi ilusión desde pequeña era ver el faro y por fin, lo había conseguido. Era un día que auguraba tormenta por los cuatro costados. Se veían los rayos que parecían amerizar, la superficie del mar reflejaba el camino de esos nubarrones hacia la costa. Disfrutar de aquel paisaje en el faro, en lo alto de la Punta de la Silla, era un privilegio. Mar y cielo, nada más, un poco de brisa templada y el escalofriante ruido de los truenos que se acercaban.
Se divisaba aquel paisaje marino desde unos hermosos ventanales que han colocado en lo que fue la vivienda del antiguo faro, ¡un espectáculo increíble!
La oscuridad tormentosa enmarcaba los reflejos de las descargas brillantes de los rayos, parecían raíces de árboles ardiendo, posiblemente, llegaría antes de lo esperado a tierra. Aquel viento sur intensificaba el olor a salitre, a las higueras, a hierba recién cortada o el aroma que desprende la tierra.
Ah el faro…, ese que guía a nuestros marineros y barcos en la noche, con su intermitente luz o la señal acústica en las nieblas, es la referencia para llegar a puerto con seguridad. Sí, la luz y ese ruido sordo, constante que pone el vello de punta y se oye a kilómetros de distancia...
Ese lugar estaba ahora rodeado de diferentes árboles y flores, un aparcamiento interior, un paseo rodeando todo el edificio del faro, abierto a la mar y a lo desconocido. Desde esa altura se puede ver al completo, la parte externa del rompeolas, la playa y el cabo de Oyambre.
A un lado de la entrada al faro, se recolecta ocla –algas-, que las marejadas arrancan de las profundidades del mar. Las sacan con una pluma o grúa, cuerdas y poleas, facilitándose así, el trabajo de subirlas desde la profunda ensenada; las cargas son colocadas en fardos desde la cala, para subirlo por el empinado risco; a pesar de esa ayuda mecánica, es un esfuerzo físico extraordinario. Para bajar se valen de unos escalones irregulares, han ido formándose pisada a pisada a través de los años y de ser utilizadas para este trabajo.
Igualmente, ese lugar ha sido y es cita de enamorados y románticos, de paseos relajados donde se dejan las tristezas o se suspiran alegrías, dejándose mecer por el ruido de los imponentes oleajes y el romper incesante de las olas...
Poco antes de llegar al recinto, en la curva, hay una gran piedra que tiene unas letras grabadas, sobre ellas, se barajan varias hipótesis. Unos dicen que las cinceló con sorprendente perfección, un turista francés con habilidad artística, allá por los años setenta. Otros dicen que pudieran ser la huella dejada por los griegos hace miles de años, llegados por tierra desde el Mediterráneo o por mar hasta nuestra costa. Se basan en que estas letras pertenecen a la antigua lengua griega y que quiere decir “La mar”. Está partida en dos desde hace unos cuarenta años, pues se intentó levantarla con una pala. También se ha solicitado información a la Universidad de Cantabria y no había constancia del supuesto valor histórico.
Ángeles Sánchez Gandarillas
11-III-2012
Pinchando en la foto del Faro, complementa y se puede leer un poco de su historia, año de construcción, actividad y curiosidades como la altura, alcance lumínico y sonoro, etc.
ResponderEliminarAgradezco el detalle a quien dirige esta página.