lunes, 4 de agosto de 2014

By Alba

RELATO CORTO
Hijos de Barqueros

Estoy sumida en mi profundo sueño, cuando oigo en la lejanía la dulce voz de mi madre. Abro los ojos y veo su rostro de preocupación.
- Madre ¿Qué se le ofrece?
- Niña, los menesteres de hoy se le acumulan a tu anciana madre, vístete rápido y acude para ayudar a tu padre.
Me pongo en píe mientras ella abre las contraventanas que dejan entrar la luz que termina de despejarme.
Me ayuda a estirar las sabanas de algodón de la bonita cama de roble que hizo el señor Pedro
-Aprisa niña.
-Ya va madre
Toma los jarros para el agua de la cotorra de María de la cruz, que no pase un día más sin volverlos, a aquella que hace bulas por un préstamo.
-No haga caso madre
-Lo sé hija, lo sé.- me deja en la puerta de la casa, y besa mi frente.- con Dios, hija mía, que hoy sea un día bueno para la familia.
- Con Dios madre
Después de un rato caminando me tope con Doña Serafina. Mi familia sirve a su familia desde incontables años. Ella me agarra del brazo y me habla demasiado bajo, más de lo necesario.
-Niña ¿Dónde quedo tu madre?
-En la casa señora Serafina
- Bien, bien…voy allá entonces, con Dios
- Con Dios.- y se aleja contoneando sus faldas
Hace un tiempo resplandeciente, y mientras hago el camino hasta padre, veo con nitidez como los carros de los apresurados mercaderes se acumularon en la otra orilla tras embarcar sus dueños en las barcas de padre y otros para traer sus mercancías  a primera hora de la mañana para el mercado semanal.
- No no… que yo te aseguro que el muchacho tiene los veinte ya cumplidos en este año.- Padre vocifera con el señor Benicio sobre un muchacho…¿de quién hablaran?
-Nació en 1501, todavía lo hable con el párroco el pasado día, que me comentaba que recordaba el día del bautizo del muchachu porque coincidió con la feria de San Vicente
- Pues eso Benicio, que necio eres…echa cuentas
-¡Padre!-.grito mientras me apresuro a su encuentro.
- Hija, ¿Dónde vas con esos jarros?
- Tome usted seños Benicio, que son los que presto a padre y madre me hizo saber que los necesitaba su mujer a no más tardar.
-¿mi Cruz?...¡mi cruz! Esa mujer siempre tan angustiada, cualquier día la veo enfermando por los nervios esos que la entran por to. La receto el curandero unas hiervas para infusión y no las ha probado porque dice que ella no las precisa…¡mi cruz!.- Padre y yo reímos con fuerza.
-Señor Rodrigo. Los tres nos giramos al escuchar al muchacho que se acercaba
- Dime muchacho, cuántos años tienes?
- Veinte señor Rodrigo
El “muchacho” era ni más ni menos que Lope, hijo de el Señor Benicio y la Señora María de la Cruz, la puñetera señora María De la Cruz y está mal que lo piense, es fea como las ranas que salen en noches de lluvia, pero el hijo… el hijo es más hermoso que  los ángeles que describe la hermano Juan cuando nos lee en el jardín del convento. Y para mi fortuna allí estaba.
Me mira y me sonrojo.
-Benicio, ¿Ve usted como tenia la verdad en mis palabras.
- Ya veo, ya, los años Rodrigo, no perdonan.
-Padre, señor Rodrigo, traigo recado de dos de los mercaderes que ya están recogiendo el puesto y quieren apresurarse en embarcar.
- Ya vamos hijo.- Dice el Señor Benicio.
- Chico hágale a este pobre viejo un favor….- Dice mi padre
- ¿qué menester se le ofrece?
-Lléveme a la niña a ver el mercado, que no quiero que se me duerma del aburrimiento mientras pasamos la ría a los mercaderes, y que no son todos de mi fiar esos feriantes.
- Cuente con ello señor Rodrigo.
Yo vuelvo a sonrojarme, Lope me ofrece el brazo y yo lo agarro para no ceder al desmayo.
-¿Te apetece ver el mercado?
- No necesariamente, siempre traen lo mismo y me entra salenguana, de ver y no poder comprar.
Nos alejamos de la orilla y caminamos entre la gente que bajaba de ver las mercancías expuestas desde bien temprano.
No cruzamos palabra hasta llegar a un lugar que quedaba bajo el castillo, Sobre un tronco observamos y repasamos el agua que hoy brillaba con un color especial por el sol.
-Demoran el tiempo para construir ese puente.- me dice de pronto
- ¿Que será de los barqueros cuando acaben?
- Perderán el oficio y por tanto el beneficio
- ¿por eso tu no quisiste ejercer con tu padre?
Asiente con la cabeza melancólico. Su pelo ondea por la brisa del mar y su perfil me resulta glorioso
- te va bien como aprendiz a maestro carpintero con el señor Pedro.
- Si, pero llevo de aprendiz desde los doce años y… me veo capaz de buscar en otras villas donde reclamen mi oficio y salario más suntuoso.
-¿Qué vas a hacer? Me atrevo a preguntar.- ¡Tu madre pondrá el grito en el cielo!
- Créeme que de no ser por eso y otra cosa, ya habría marchado.
- ¿otra cosa? Susurre apenas sin darme cuenta
-Si…- ahora miraba a lo lejos perdiendo la mirado sobre las olas.
Valiente me lance y le pregunte.- ¿Precisas contármelo?
-No creo que sea buena idea.
- Lope nos conocemos bien ¿Qué es ese tan guardado secreto que te preocupa y a mí me intriga?
- Te lo diré, pero ahora debemos ir a ayudar a nuestros padres.
Al llegar a la playa cada uno nos  dirigimos a nuestros respectivos padres, se giro y me miro por última vez.- Con Dios bonita.- me sonrojo y se aleja riendo.
¿Qué cosa será lo que le trae de cabeza? Tengo que saberlo.
Madre se  acerca y me llama, corro a su encuentro.
-¡niña! ¿Dónde estabas? Te he visto con el  Crucecito ¿no?
Madre se llama Lope- me sonrojo hasta al oírme decir su nombre.
-Niña tonta…mal de amores te veo en estos días…
- ¿como dice eso?
- La Cruz del demonio me ha venido a pregonar el casamiento de su hijo con una “hermosa niña de la Villa”
Las noticias de madre parten mi alma.- ¿Sabe quién es madre?
-no alcance a saberlo y ni ella los sabe. Llego a decir que mañana se lo pediría. Cuando los padres lo hablen primero pero… (su hija ya no la escucha y ella piensa, así será mejor, cada cosa en su momento)
-¿mañana? El dolor encoge mi corazón y odio en pensamiento a “esa”…el hombre que yo mas quiero, se lo lleva otra mujer. Salgo corriendo hasta que mis piernas no pueden mas, estoy cerca de la iglesia, veo venir de frente un grupo de mozas, y me pregunto si será alguna de ellas. Corro de nuevo esta vez a refugiarme al campo Santa María,  me arrodillo y dejo que las lagrimas inunden mi rostro.
- ¡Santo sea nuestro señor hija ¡ ¿ que te aflige de esa manera niña?. - Es Don José, el párroco.- cuéntame que te apena…vamos.
-Es Lope Don José. Madre dice que va a comprometerse con una chica de la Villa… a Dios pido noche y día que si con ella se casa, que no duren ni ocho días.
-No digas eso niña, reconozco el dolor de amores y creo que no debes preocuparte por eso.
-No lo entiende padre, yo lo quiero.
-Lo sé niña, reza un poco, y si lo quieres… deséales lo mejor, sobre todo a ella, que esta ajena a dichos planes. Cálmate mujer
Cierro los ojos y me doy cuenta de cuanta razón tiene. Discúlpeme estaba furiosa.
-El domingo confiésate con esmero, y ahora a casa. Limpia mis lágrimas con un pañuelo que saca bajo su sotana.
-Con Dios padre
-Con Dios Hija mia.
El día pasa muy lento y no es hasta después de la cena cuando vuelvo a hablar.
Niña llaman a la puerta, acude rápido hija que no molesten a Padre, que se ha quedado traspuesto fumando su pipa.
-voy madre
Me apresuro con el candil encendido y salgo para ver quien llama. Hay alguien con un candil semejante al mio y se parece al demonio que mañana se compromete con una misteriosa chica.
-¿Qué se le ofrece Lope?
-Ven
-¿Dónde?
-Ven
Me ofrece su mano, estoy enfadada pero…sé que será la última oportunidad de estar a solas con él ¡mañana será de ella, pero ahora….es para mi!
Vamos por las calles heladas, me cubre con su capa. Llegamos hasta lo alto de la iglesia y nos sentamos en el muro de la muralla, recuperamos el aliento después de la caminata, él está muy cerca. Las estrellas brillan sobre nosotros y lo demás es oscuridad, salvo lo poco que alumbran los candiles.
-El me mira ¿Por qué me trae a este lugar? Solíamos venir de niños a tirar piedras a las ovejas y a reír por cosas de mocosos. Me contara que cosa le preocupaba, pero yo ya lo se, ¿Dios mío, ayúdame a controlar mi llanto, que no me vea llorar!, en este momento agradezco la oscuridad y deseo que se apaguen los candiles.
-Jimena los dos hemos nacido en esta hermosa Villa y nos conocemos hasta donde llegan mis recuerdos y siempre has tenido mi atención por ser una muchacha serena y graciosa, morena como muchas pero ninguna con ese brillo especial, como si Dios hubiera creado a la criatura perfecta solo para demostrarme lo poco que poseo si no te tengo junto a mi.
Se queda en silencio y mi mente vuela confundida, no entiendo nada, ¿Por qué me dice estas cosas si mañana pedirá matrimonio a…? ¡Dios mío! Levanto la mirada, y lo veo por primera vez
-¿Tendrías a Bien ser mi Esposa?
Se me pone un nudo en la garganta y las lágrimas surgen de mis ojos, pero no puedo hablar
-Tu padre no ha puesto objeción en que nos casemos y la dote será los muebles de nuestra casa ¿Qué te parece?
-¿Nuestra casa?,
-Si, Doña Serafina le ha entregado a tu madre esta mañana las llaves del piso que tiene encima de la ferretería en la plaza para que esté listo para el día de la boda.
- ¿Doña serafina, esta mañana…?
Y entonces recuerdo las palabras de Don José “lo quieres… deséales lo mejor, sobre todo a ella, que esta ajena a dichos planes”
-Dios mío, soy la mujer más feliz de la Villa. Te quiero hasta enloquecer.
- No sabes lo feliz que me haces Jimena
- Yo también soy muy feliz

Tímidamente me besa en los labios
Alba Ortega García
marzo 2014

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