Te traigo la luna, que ya es de día,
y como quedamos anoche
cuando la tomé prestada, sin tu permiso,
está amarrada a la misma cuerdecita.
Te advierto que no la he gastado,
está con toda su luz
y tan fulgurante como ayer.
Sigue redonda,
aunque no pude evitar hacerle una caricia, porque,
es tan suave… Al tocarla
creí que era terciopelo,
de ese
dorado.
Eso sí, la he peinado un poco
que hizo mucho viento de nordeste.
Tú sabes,
ese flequillo inquieto que vuela por su cara.
Ah,
la he contado uno de mis sueños,
es que la luna te echaba mucho en falta,
y la niña se sobrecogía con tanta noche;
era el sueño de que cuando me haga mayor
seré…
ingeniero.
Después de las doce y un minuto
les puse una toquilla de “abuela de los cuentos”.
Aquí tienes a la luna;
Txar, ¿podrías apuntar
que me la pido en Navidades?
Es que en mi casa no hay para regalos
y menos para luces de colores.
¿Me dejarás darle un beso de despedida a la luna?
¿Sí?,
gracias,
se lo merece.
Mi niña también te da las gracias.
No apagó la luz hasta llegar a casa.
Se portó bien.
Y yo también, no la solté ni un segundo.
Un beso
Txar.
Un beso
Luna.
La he amarrado con la cuerdita
al pomo de tu puerta.
Mi niña,
¡vámonos!
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
12-VIII-2013
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