Hijos de Barqueros
Estoy sumida en
mi profundo sueño, cuando oigo en la lejanía la dulce voz de mi madre. Abro los
ojos y veo su rostro de preocupación.
- Madre ¿Qué se
le ofrece?
- Niña, los
menesteres de hoy se le acumulan a tu anciana madre, vístete rápido y acude
para ayudar a tu padre.
Me pongo en píe
mientras ella abre las contraventanas que dejan entrar la luz que termina de
despejarme.
Me ayuda a
estirar las sabanas de algodón de la bonita cama de roble que hizo el señor
Pedro
-Aprisa niña.
-Ya va madre
Toma los jarros
para el agua de la cotorra de María de la cruz, que no pase un día más sin
volverlos, a aquella que hace bulas por un préstamo.
-No haga caso
madre
-Lo sé hija, lo
sé.- me deja en la puerta de la casa, y besa mi frente.- con Dios, hija mía,
que hoy sea un día bueno para la familia.
- Con Dios
madre
Después de un
rato caminando me tope con Doña Serafina. Mi familia sirve a su familia desde
incontables años. Ella me agarra del brazo y me habla demasiado bajo, más de lo
necesario.
-Niña ¿Dónde
quedo tu madre?
-En la casa
señora Serafina
- Bien,
bien…voy allá entonces, con Dios
- Con Dios.- y
se aleja contoneando sus faldas
Hace un tiempo
resplandeciente, y mientras hago el camino hasta padre, veo con nitidez como
los carros de los apresurados mercaderes se acumularon en la otra orilla tras
embarcar sus dueños en las barcas de padre y otros para traer sus
mercancías a primera hora de la mañana
para el mercado semanal.
- No no… que yo
te aseguro que el muchacho tiene los veinte ya cumplidos en este año.- Padre
vocifera con el señor Benicio sobre un muchacho…¿de quién hablaran?
-Nació en 1501,
todavía lo hable con el párroco el pasado día, que me comentaba que recordaba
el día del bautizo del muchachu porque coincidió con la feria de San Vicente
- Pues eso
Benicio, que necio eres…echa cuentas
-¡Padre!-.grito
mientras me apresuro a su encuentro.
- Hija, ¿Dónde
vas con esos jarros?
- Tome usted
seños Benicio, que son los que presto a padre y madre me hizo saber que los
necesitaba su mujer a no más tardar.
-¿mi
Cruz?...¡mi cruz! Esa mujer siempre tan angustiada, cualquier día la veo
enfermando por los nervios esos que la entran por to. La receto el curandero
unas hiervas para infusión y no las ha probado porque dice que ella no las
precisa…¡mi cruz!.- Padre y yo reímos con fuerza.
-Señor Rodrigo.
Los tres nos giramos al escuchar al muchacho que se acercaba
- Dime
muchacho, cuántos años tienes?
- Veinte señor
Rodrigo
El “muchacho”
era ni más ni menos que Lope, hijo de el Señor Benicio y la Señora María de la
Cruz, la puñetera señora María De la Cruz y está mal que lo piense, es fea como
las ranas que salen en noches de lluvia, pero el hijo… el hijo es más hermoso
que los ángeles que describe la hermano
Juan cuando nos lee en el jardín del convento. Y para mi fortuna allí estaba.
Me mira y me
sonrojo.
-Benicio, ¿Ve
usted como tenia la verdad en mis palabras.
- Ya veo, ya,
los años Rodrigo, no perdonan.
-Padre, señor
Rodrigo, traigo recado de dos de los mercaderes que ya están recogiendo el
puesto y quieren apresurarse en embarcar.
- Ya vamos
hijo.- Dice el Señor Benicio.
- Chico hágale
a este pobre viejo un favor….- Dice mi padre
- ¿qué menester
se le ofrece?
-Lléveme a la
niña a ver el mercado, que no quiero que se me duerma del aburrimiento mientras
pasamos la ría a los mercaderes, y que no son todos de mi fiar esos feriantes.
- Cuente con
ello señor Rodrigo.
Yo vuelvo a
sonrojarme, Lope me ofrece el brazo y yo lo agarro para no ceder al desmayo.
-¿Te apetece
ver el mercado?
- No
necesariamente, siempre traen lo mismo y me entra salenguana, de ver y no poder
comprar.
Nos alejamos de
la orilla y caminamos entre la gente que bajaba de ver las mercancías expuestas
desde bien temprano.
No cruzamos
palabra hasta llegar a un lugar que quedaba bajo el castillo, Sobre un tronco
observamos y repasamos el agua que hoy brillaba con un color especial por el
sol.
-Demoran el
tiempo para construir ese puente.- me dice de pronto
- ¿Que será de
los barqueros cuando acaben?
- Perderán el
oficio y por tanto el beneficio
- ¿por eso tu
no quisiste ejercer con tu padre?
Asiente con la
cabeza melancólico. Su pelo ondea por la brisa del mar y su perfil me resulta
glorioso
- te va bien
como aprendiz a maestro carpintero con el señor Pedro.
- Si, pero
llevo de aprendiz desde los doce años y… me veo capaz de buscar en otras villas
donde reclamen mi oficio y salario más suntuoso.
-¿Qué vas a
hacer? Me atrevo a preguntar.- ¡Tu madre pondrá el grito en el cielo!
- Créeme que de
no ser por eso y otra cosa, ya habría marchado.
- ¿otra cosa?
Susurre apenas sin darme cuenta
-Si…- ahora
miraba a lo lejos perdiendo la mirado sobre las olas.
Valiente me
lance y le pregunte.- ¿Precisas contármelo?
-No creo que
sea buena idea.
- Lope nos
conocemos bien ¿Qué es ese tan guardado secreto que te preocupa y a mí me
intriga?
- Te lo diré, pero
ahora debemos ir a ayudar a nuestros padres.
Al llegar a la
playa cada uno nos dirigimos a nuestros
respectivos padres, se giro y me miro por última vez.- Con Dios bonita.- me
sonrojo y se aleja riendo.
¿Qué cosa será
lo que le trae de cabeza? Tengo que saberlo.
Madre se acerca y me llama, corro a su encuentro.
-¡niña! ¿Dónde
estabas? Te he visto con el Crucecito
¿no?
Madre se llama
Lope- me sonrojo hasta al oírme decir su nombre.
-Niña tonta…mal
de amores te veo en estos días…
- ¿como dice
eso?
- La Cruz del
demonio me ha venido a pregonar el casamiento de su hijo con una “hermosa niña
de la Villa”
Las noticias de
madre parten mi alma.- ¿Sabe quién es madre?
-no alcance a
saberlo y ni ella los sabe. Llego a decir que mañana se lo pediría. Cuando los
padres lo hablen primero pero… (su hija ya no la escucha y ella piensa, así
será mejor, cada cosa en su momento)
-¿mañana? El
dolor encoge mi corazón y odio en pensamiento a “esa”…el hombre que yo mas
quiero, se lo lleva otra mujer. Salgo corriendo hasta que mis piernas no pueden
mas, estoy cerca de la iglesia, veo venir de frente un grupo de mozas, y me
pregunto si será alguna de ellas. Corro de nuevo esta vez a refugiarme al campo
Santa María, me arrodillo y dejo que las
lagrimas inunden mi rostro.
- ¡Santo sea
nuestro señor hija ¡ ¿ que te aflige de esa manera niña?. - Es Don José, el
párroco.- cuéntame que te apena…vamos.
-Es Lope Don José.
Madre dice que va a comprometerse con una chica de la Villa… a Dios pido noche
y día que si con ella se casa, que no duren ni ocho días.
-No digas eso
niña, reconozco el dolor de amores y creo que no debes preocuparte por eso.
-No lo entiende
padre, yo lo quiero.
-Lo sé niña,
reza un poco, y si lo quieres… deséales lo mejor, sobre todo a ella, que esta ajena
a dichos planes. Cálmate mujer
Cierro los ojos
y me doy cuenta de cuanta razón tiene. Discúlpeme estaba furiosa.
-El domingo
confiésate con esmero, y ahora a casa. Limpia mis lágrimas con un pañuelo que
saca bajo su sotana.
-Con Dios padre
-Con Dios Hija
mia.
El día pasa muy
lento y no es hasta después de la cena cuando vuelvo a hablar.
Niña llaman a
la puerta, acude rápido hija que no molesten a Padre, que se ha quedado
traspuesto fumando su pipa.
-voy madre
Me apresuro con
el candil encendido y salgo para ver quien llama. Hay alguien con un candil
semejante al mio y se parece al demonio que mañana se compromete con una
misteriosa chica.
-¿Qué se le
ofrece Lope?
-Ven
-¿Dónde?
-Ven
Me ofrece su
mano, estoy enfadada pero…sé que será la última oportunidad de estar a solas
con él ¡mañana será de ella, pero ahora….es para mi!
Vamos por las
calles heladas, me cubre con su capa. Llegamos hasta lo alto de la iglesia y
nos sentamos en el muro de la muralla, recuperamos el aliento después de la
caminata, él está muy cerca. Las estrellas brillan sobre nosotros y lo demás es
oscuridad, salvo lo poco que alumbran los candiles.
-El me mira
¿Por qué me trae a este lugar? Solíamos venir de niños a tirar piedras a las
ovejas y a reír por cosas de mocosos. Me contara que cosa le preocupaba, pero
yo ya lo se, ¿Dios mío, ayúdame a controlar mi llanto, que no me vea llorar!,
en este momento agradezco la oscuridad y deseo que se apaguen los candiles.
-Jimena los dos
hemos nacido en esta hermosa Villa y nos conocemos hasta donde llegan mis
recuerdos y siempre has tenido mi atención por ser una muchacha serena y
graciosa, morena como muchas pero ninguna con ese brillo especial, como si Dios
hubiera creado a la criatura perfecta solo para demostrarme lo poco que poseo
si no te tengo junto a mi.
Se queda en
silencio y mi mente vuela confundida, no entiendo nada, ¿Por qué me dice estas
cosas si mañana pedirá matrimonio a…? ¡Dios mío! Levanto la mirada, y lo veo por
primera vez
-¿Tendrías a
Bien ser mi Esposa?
Se me pone un
nudo en la garganta y las lágrimas surgen de mis ojos, pero no puedo hablar
-Tu padre no ha
puesto objeción en que nos casemos y la dote será los muebles de nuestra casa
¿Qué te parece?
-¿Nuestra
casa?,
-Si, Doña
Serafina le ha entregado a tu madre esta mañana las llaves del piso que tiene
encima de la ferretería en la plaza para que esté listo para el día de la boda.
- ¿Doña
serafina, esta mañana…?
Y entonces
recuerdo las palabras de Don José “lo quieres… deséales lo mejor, sobre todo a
ella, que esta ajena a dichos planes”
-Dios mío, soy
la mujer más feliz de la Villa. Te quiero hasta enloquecer.
- No sabes lo
feliz que me haces Jimena
- Yo también
soy muy feliz
Tímidamente me
besa en los labios
Alba Ortega García
marzo 2014