miércoles, 4 de abril de 2012

CARTA

Queridos padres: 

Seguimos en San Vicente de la Barquera, aún, nos quedan algunas cosas de las que disfrutar. 
Ayer visitamos el Castillo del Rey. Las vistas desde arriba son increíbles, mires a donde mires. Además, nos acompañaba un día claro y azul. Todo es silencio y aire puro, a pesar de estar en mitad de la población 
Lo primero que nos llamó su atención fueron las grandiosas enredaderas sujetas a sus grandes y anchos muros de al menos dos metros. Subimos por las empinadas escaleras de la entrada, ubicadas entre las rocas naturales de donde parece nacer el Castillo; tiene árboles autóctonos en su lado derecho que se extienden por toda esa zona. Hay vistas del Puente Nuevo y la ría de Pombo en toda su grandeza. 
Imaginábamos como sería aquella zona, los astilleros medievales, en los que se construían grandes barcos de pesca y mercancías. Los habitantes de San Vicente se vieron implicados en varios conflictos como la liberación de Sevilla y otros en los que se vio inmersa España; también participaron los primeros viajes a América. En estos astilleros se transformaron en naves de guerra donde estas gentes demostraron su valentía. 
Seguimos recorriendo la parte norte y topamos con la que fue la antigua entrada, hoy cerrada con una gran y antigua puerta; posiblemente, el castillo estuviera rodeado por un foso defensivo y esa portalada formara parte de un puente levadizo para acceder a la fortaleza. Observamos las hendiduras que tenía en los lados del arco donde se sujeta la puerta, supusimos que fue para poner las trancas o traviesas y evitar los asaltos, ya fuera para salvaguardar la integridad de los habitantes del Castillo o, los productos almacenados, pues en algún momento fue un almacén fortificado, ya que este puerto, desde la entrega del Fuero, en el año 1210, que fue efectivo durante siglos, fue escogido como el lugar idóneo para exportar e importar, desde pescados en salazón a cualquier otro alimento imaginable, incluidos tejidos, materiales o armas. 
Nos llamó la atención la altura de esta fortaleza, hacía cumbre en la Torre del Homenaje. La hace inexpugnable y con posibilidades de alertar de cualquier intento de ataque, ya fuera por tierra o mar; además, nacen y mueren en este castillo las murallas que rodeaban y protegían la población. Tiene en sus salas de exposición permanente, cañones, objetos antiguos, los documentos del fuero y otros igualmente valiosos. Reproduce en una maqueta, lo que fue aquella población, tanto intramuros como fuera de ellos. Hay reproducciones de escudos y lo que pudieron ser las vestimentas de épocas medievales. 
Subimos dos veces, con marea llena o pleamar y en bajamar, porque habéis de saber que el agua aparece y desaparece lentamente, cada seis horas y pudimos apreciar el poder de las fuerzas de la naturaleza. La marea alta es un inmenso espejo de colores y brillos. Conseguimos una foto de los arcos del puente de La Maza reflejándose, formaban un perfecto círculo, de tal forma, que parecen dos puentes perfectos. 
Nos quedamos ensimismados en aquella paz. La vista se pierde entre los Picos de Europa, las rías, las pequeñas montañas al sur, el puerto y las playas, el rompeolas... Un pueblo pacifico fajado por un alargado parque de palmeras que se deja acariciar por la ría. 
Salimos y nos dirigimos, según nos indicaron, por el poco conocido camino del Carbonero. Este sombrío paseo está enmarcado por un antiguo muro o cortafuegos, lo construyeron para evitar que los incendios que se originaron durante la pasada historia de San Vicente, hicieran el menor daño posible, flanqueados por tapias de piedra que hoy limitan pequeñas propiedades y huertas. Aún nos queda mucho por ver de todo este enclave y casco antiguo... 
Hemos tomado muchas fotos. Os llamaremos cuando sigamos viaje. 
Abrazo. 
Jane y Luisa 

Ángeles Sánchez Gandarillas
3-III-2012

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