para así recoger y direccionar el viento,
en este barco que hemos botado al mar del cariño.
Habremos de buscar la mejor singladura
e intentar capear los temporales,
asirse a los mástiles con fuerza o
abrazarse, cuando sea menester,
en los embates de la existencia
y hacer un guiño al viento de la vida.
Cada vez que la risa emerja de ese mar,
sumará un nudo más al chicote
amarrado al puerto del afecto;
cada vez que hablemos
será que la red ha pescado un momento agradable.
Los besos de encuentros y despedidas,
serán el ruido del mar
golpeando suavemente ese barco del afecto.
Dejaré en tus manos, bautizar nuestro navío
y quizá, sea el tiempo quien lo apadrine
con el champán del explosivo corazón a toda máquina
pero, poco importará ese detalle
mientras que nuestra nave siga flotando
en busca de un amarradero seguro.
Ángeles Sánchez Gandarillas
15-IX-2011
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