Me llevaron en volandas con los ojos tapados y noté como se abría una puerta corredera, me pareció la guillotina para una ejecución... Aquel lugar olía a desinfección y a vacío. Me sentaron, retiraron los vendajes e inmovilizaron mi cabeza. Abrí los ojos; volví a cerrarlos rápidamente y entonces, sujetaron mis párpados con un instrumento. Al poco, una luz roja e hiriente como el mismo fuego, llegó hasta mi pupila e hicieron varias descargas que llenaron mi cerebro de presión, de miedo y cierta ardentía. Me estudiaban o instalaban algún chip para controlarme. Una orden seca y gutural hizo que respingara; conversaban entre ellos de manera incomprensible. Otra voz, más suave y con un extraño acento, me dijo que pronto saldría de allí. Colocó unas lentes oscuras sobre mis ojos y caminamos por angostos pasillos hasta llegar ante una rampa iluminada por la claridad exterior. A través de la cabina transparente, creí ver el pequeño bosque del que había sido abducido hacía pocas horas...
- Hola papá, ya recogí el “prozac” de la farmacia y podemos irnos. Ha dicho el oftalmólogo que tu operación de cataratas ha salido bien.
- “¡Dioses, mi hijo se compinchó con los invasores extraterrestres, estaba perdido!”
Ángeles Sánchez Gandarillas
11-XI-2012
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