y el ruido, ensordecedor
que en asombrado silencio
manifestaban el temor
de unas grandísimas olas
que sobrecogían cuerpos,
dejando al hombre humillado
ante furias y elementos.
Tapaban el rompeolas
de esa cólera espumosa
y se comía la playa
superando cualquier cota.
En la atalaya, en los altos
y cercanías del faro,
que desprendía fulgor,
la gente estaba esperando
el rompiente destructor
y en el cuerpo un arrebato
del crepuscular temor
al copioso espumarajo.
Y viendo tamaña fuerza
se sentía la opresión
al saber que nada somos
ante Eolo y Poseidón.
Desplegaban esas rabias,
de tridente y resoplido
en la lucha milenaria
de resaca y torbellino.
Y en los silencios oraban
las familias pescadoras
y hasta las gentes foráneas
de esas mares peligrosas:
¡Ay Virgen de la Barquera,
te estamos agradecidos
que los tengas bajo el manto
y no en el mar embravecido!...
Ángeles Sánchez Gandarillas
23-IV-2012
Esa foto está en su punto de espuma...
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