Es complicado que alguna vez no oscurezca todo fugazmente. Que nos quedemos a ciegas en un momento dado. Que las luces del mundo se apaguen para dejarnos anclados en un vacío infinito sin orientación. Clavados en la nada más absoluta, a solas con nuestros pensamientos.
Pero por horribles que sean los días, solo tienen veinticuatro horas. Y con la llegada de la noche puede llegar la calma que necesitamos. En el cielo aparecen las estrellas, pequeñitas, como motas de esperanza. Y en medio de ellas una brilla mucho más. Aquella que puede iluminarnos el camino. Solo hay que mirar fuera. Fuera de este mundo sumido en la profundidad de lo preestablecido. Observar desde el suelo ese infinito inexplicable que nos deje merodear de nuestra mente en adelante. Con la mirada perdida en su ambigüedad. Imaginando como podríamos iluminarnos a nosotros mismos, como hacen esos luceros del cielo, que aparecen como ayuda.
Soñar toda la noche bajo la luz de esos luceros diminutos y al amanecer despertar con paso firme, no importa con que pie pises primero al bajar de la cama, importa la seguridad con la que lo hagas. Confiar en que será un gran día es el primer paso para vencer las horas que avanzan lentas torturándonos. Sonreír porque puedes tener una estrella, aunque durante el día oculta, que te ilumine y recuerde el camino para no perderte o dejar que te venzan las fuerzas.
Cada día amanece diferente, el primer paso es despertar y disfrutarlo, sea como sea el día.
Ya al caer la noche verás esa luminosa estrella, para recordarte que estará por dura que sea la adversidad. A tu lado. Contigo. Siempre que tu se lo permitas. Cuidando de ti por enorme que sea la distancia. Por infinita que sea la imposibilidad.
La imaginación siempre será una salvación.
foto Isma Ortega
ENHORABUENA!!! ALBA, escribe muy bien, intimo, claro, sencillo pero con un fuerte sentimiento..... no lo dejes, por lo poco que te conozco, se que eres fuerte... y esta es una forma de luchar, de dar a los demas ALGO de ti misma... GRACIAS
ResponderEliminarUn besiño