domingo, 27 de julio de 2014

Santa Ana atrajo el buen tiempo a El Hortigal

Nueva gran afluencia de vecinos a las fiestas de la patrona

Las fiestas en honor de Santa Ana, patrona de El Hortigal (San Vicente de la Barquera), volvieron a constituirse en el punto de encuentro de los vecinos de esta pedanía y del resto del municipio, a quienes la santa les brindó un día de sol para acudir a esta celebración de tradición centenaria.

El párroco de San Vicente de la Barquera, Manuel Rubín, celebró la misa en el exterior, ya que la ermita dispone de un recinto pequeño y el buen tiempo ha permitido trasladar el altar bajo la legendaria cagiga que preside el lugar.

Rubín recordó que Santa Ana es venerada desde tiempos remotos, al ser considerada la madre de la Virgen María. Añadió que María «no había sido creada con barro, porque, desde luego, tuvo padres». Más adelante recitó la frase evangélica «por sus frutos los conoceréis», en referencia al nacimiento de María.

En el sermón hizo una mención especial a los abuelos, que crearon familias, y ahora «colaboran en la educación de los niños»; sin embargo muchos otros consideran que están «fuera de lugar y molestan», por lo que acaban en los asilos.

Coro y folklore

La misa estuvo cantada por la Coral Barquera, y la fiesta estuvo animada con las gaitas, panderetas y tambor de la Escuela Municipal de Folklore, al igual que ha sucedido en la fiestas anteriores de La Revilla, Abaño y La Acebosa.


Ermita singular

La ermita de Santa Ana rompe con el modelo de santuario atalaya, ubicándose por el contrario al inicio de un frondoso valle, con arbolado autóctono y en un lugar casi secreto, al que se llega por un camino rural.

Urbanización

La ermita de Santa Ana fue rehabilitada el verano de 2009, en una actuación que supuso la limpieza de los muros, colocación de nuevo tejado, pintura y otros arreglos.

Coincidiendo con estas mejoras, la imagen de la Virgen fue restaurada de forma gratuita por la artista Mari Carmen Alonso, de Serdio.

Historia de Santa Ana

Una antigua tradición, que arranca del siglo II, atribuye los nombres San Joaquín y Santa Ana a los padres de la Virgen María. El culto a santa Ana se introdujo ya en la Iglesia oriental en el siglo VI, y pasó a la occidental en el siglo X.

En Nazaret vivían Joaquín y Ana, una pareja rica y piadosa, pero que no tenía hijos. Cuando en una fiesta Joaquín se presentó para ofrecer sacrificio en el Templo, fue rechazado, bajo el pretexto de que hombres sin descendencia no eran dignos de ser admitidos.

Joaquín, cargado de pena, no volvió a su casa sino que se fue a las montañas a presentarse ante Dios en soledad. También Ana, habiendo conocido la razón de la prolongada ausencia de su esposo, clamó al Señor pidiéndole que retirase de ella la maldición de la esterilidad y prometiéndole dedicar su descendencia a Su servicio.

Sus oraciones fueron escuchadas; un ángel visitó a Ana y le dijo: «Ana, el Señor ha mirado tus lágrimas; concebirás y darás a luz y el fruto de tu vientre será bendecido por todo el mundo». Ana dio a luz una hija a quien llamó Miriam (María).
Agustin Laguna

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